ÉTICA POLÍTICA

18.01.2021

Por Regina Zambrano Reina,

Excatedrática universitaria.

Brevemente mencionaremos el origen de la ética considerando su influencia en el destino de los pueblos. Aristóteles (384 a.C.) sostuvo que la virtud era la base para hallar la felicidad al dirigir su conducta éticamente. Así mismo, proyectaba sus acciones como ciudadano en la "polis" y en el Estado, para lo cual éste debía promover la virtud método perfectible del pueblo reflejado en la ley.

Tras largo peregrinaje del intelecto humano (s. XIII) Santo Tomás de Aquino le dio otra connotación al pensamiento aristotélico: las teologizó subordinando la política a la ética: "Por voluntad divina" el Poder lo ejercían los escogidos (reyes-nobles) acorde al bien moral. El francés Jean Bodin (s. XVI) cimentó su teoría en "Los seis libros de la República" especialmente sobre la soberanía -vigente aún- cuyo Poder lo ejercía el designado de forma absoluta y permanente. Nicolás Maquiavelo, italiano, contemporáneo de Bodin, definió el ejercicio del Poder en otro contexto: El arte de simular y disimular sintetizado en "el fin justifica los medios". Separó la ética de la política. Fundamentó que el gobernante no solo debía ser amado sino temido para mantenerse soberanamente.

Luego conocemos nuevos enfoques contractualistas (s.XVII-XVIII): Hobbes(Leviatán), Locke, Rousseau. Immanuel Kant, alemán, considerado el padre de la ética laica, teorizó distintamente: "el hombre es ser de razón, libre, responsable, un fin no un medio"; la honradez es la mejor política". Montesquieu, teorizó sobre la división del Poder: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

¿Pueden unificarse las dos disciplinas en ética política (s. XIX)? La política es ciencia y arte para servir a los demás, procura el bien común no el individual, transforma un proceso orientado a ejercer el Poder mediante la gobernanza (visión teórica-política del gobernante) ejecutada a través de su gobernabilidad (toma de decisiones relativas al programa de gobierno económico-social-ambiental-político) donde la ética con sus principios y valores deben guiar el desempeño de dichas funciones temporales practicando cuatro, por lo menos: percepción de legitimidad-legalidad, papel central de la importancia de los ciudadanos, visión del proyecto sobre la sociedad; y, adaptación de la gestión pública a las realidades sociales.

En esta etapa del proceso se exterioriza la personalidad del gobernante constituida por: carácter, conducta y comportamiento éticos-morales; o, antiéticos-inmorales expresados en los distintos actos públicos y privados ligados a su responsabilidad personal y pública.

Alejarse de estos mínimos conduce a impunidad-dictadura-caos-pobreza propiciando figuras corruptas-delictivas e inmorales: injusticia, cohecho, nepotismo, peculado, explotación, etc., al pretender administrar privadamente lo público: el bien común, olvidando su función de "trabajador público temporal no eterno".

Esto debiera ser obligación ciudadana para escudriñar la personalidad del político, futuro gobernante del pueblo de quien dependerá su destino: kantiano-montesquiano o maquiavélico.

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